DOS EN SILENCIO

Hace dos días que están enojados, que se hablan lo mínimo necesario, como si cada palabra fuera una mano que trata de buscar la del otro en gesto de perdón.
Ella espera actitudes que para él son imposibles de realizar, él sólo quiere terminar con ese estado de cosas que lo ponen de tan mal humor.
No es fácil : ambos son de carácter fuerte y obstinado, ninguno quiere ser el primero en ceder.
Pero la situación se está volviendo muy tensa. A pesar de que comparten los rituales cotidianos, apenas se dirigen la palabra, sin un atisbo de ternura en sus gestos.
¿Cúando terminará todo esto?
Esta noche cenan en el comedor, y ella, decidida a terminar con la hostilidad, engalana la mesa con flores y velas. El interpretará su acción como una señal de tregua.
Se sientan en sus lugares de siempre: él en la cabecera y ella a su derecha. Comienzan a cenar acompañados por el sonido de la calle que ingresa por la ventana abierta, usando sólo las frases que dicta la cortesía:
- ¿ Me alcanzás el pan, por favor?
-Sí, tomá…querés más ensalada?
-Gracias, está muy rico todo…
Y luego caen otra vez en el mutismo; es difícil dar marcha atrás y decir las palabras que los llevarán a ser lo que siempre fueron: dos personas que se amaron y aun se aman.
De pronto una ráfaga de viento entra por la ventana y apaga las velas. Todo queda en sombras y en ese instante el silencio crece como suele crecer al pie de la montaña al anochecer.
Sin pensarlo siquiera él la toma de la mano. Sabe cuánto le teme a la oscuridad y quiere librarla del miedo.
Ella aprieta esa mano con ternura y recuerda otras veces en las que la protegió a lo largo del tiempo compartido.
El silencio se acaba cuando dos voces que al unísono susurran un    “Te amo"   alejan para siempre los fantasmas del desencuentro.